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Bloqueo del escritor

  • Rosa Burgos Ruiz
  • 30 ene 2024
  • 4 Min. de lectura

Como escritores, todos hemos sufrido el síndrome de la página en blanco. Nos apetece escribir, tenemos ese deseo, ese cosquilleo en la punta de los dedos, pero no somos capaces de plasmar esas sensaciones en el papel. Si no nos hemos enfrentado a esto mil veces, no nos hemos enfrentado ninguna, pero, ¿cómo lo superamos?

 

Cada escritor tiene una forma particular de ver el mundo y, sobre todo, de entender la escritura. Algunos, como ya hemos hablado en otras publicaciones, son escritores de mapa, que saben siempre y en todo momento por dónde discurrirá su historia. Otros, sin embargo, son más brújulas, la historia se va apareciendo frente a ellos esperando ser contada. Yo me encuentro más bien entre los segundos.

 

En estos casos, puede pasar que no se te aparezca una historia en mucho tiempo o, se te aparece, pero no consigue fluir lo suficiente para tener futuro. ¡Y mejor no hablemos de los personajes que se ponen rebeldes a mitad del trabajo! No siempre hay una forma rápida de darle solución a este problema y, por mucho que nos pese, en alguna ocasión la solución será dejar de lado esa historia, al menos durante un tiempo, y pasar a otra que tenga más ganas de ser contada. Otras ideas, un poco menos agresivas, como leer más historias como la que nosotros queremos contar, dejarnos llevar y reescribir después o tomar notas durante tanto tiempo que casi se escriba sola cuando llegue el momento, pueden ayudarnos también.

 

Esto me lleva a querer contaros mi historia. Escribir siempre ha sido una parte de mi identidad, algo que no me he cuestionado nunca. Desde que tengo capacidad para leer, escribo y, para que os hagáis una idea de lo importante que es esto, os cuento que mi primer concurso literario lo gané con seis añitos y una historia que todavía hoy recuerdo llamada “La Enredadera Traquetera”. Mi personalidad, mi Imperio Romano como se dice ahora en redes sociales, era contar historias. Sin embargo, no hace mucho, entré en ese bloqueo tan temido, ya no solo al síndrome la página en blanco, sino al de la mente en blanco.

 

En 2018 terminé la última historia completa, un relato que iba a ser parte de una antología con contenido publicitario que nunca vio la luz porque algunas de las marcas retiraron el apoyo económico al proyecto. Aún tengo el documento, más por orgullo que porque vaya a servir de algo, teniendo en cuenta lo específico que era. Desde ese momento no he conseguido terminar ningún proyecto que haya empezado y, creedme, empecé muchos. Aun así, conseguí salir de ese bloqueo y estoy volviendo a sentirme yo misma cuando me siento a escribir.

 

Supongo que, si estáis en un momento parecido de vuestras vidas, o carreras, como prefiráis llamarlo, os preguntaréis cómo lo he conseguido. Nunca dejé de escribir. Las historias no se me aparecían como de costumbre, no cerraba los ojos y empezaban a fluir imágenes que necesitaba describir, pero encontré otros caminos. Empecé un fanfic de mi serie favorita que, pese a que nunca terminé, me ayudó a no quedarme quieta en ningún momento. Decidí, también, contar otras cosas, aunque no fueran historias, así que abrí un blog de opinión bajo un pseudónimo y empecé a escribir artículos que hablaran de cuestiones controvertidas, era mi forma de entrenar mis capacidades para seguir argumentando, para tener el cerebro en forma. Pero, lo más importante que pude hacer para retomar mi camino, fue volver a leer.

 

Con la universidad, las lecturas obligatorias y trabajos variados y, más adelante con el trabajo, perdí la costumbre de sentarme en el sofá con un libro, bueno, malo o peor y, simplemente disfrutar de ese placer a solas. Me centré en leer libros ligeros, que me llamaran y me apetecieran, compré más de los que acabé leyendo, eso sí, pero ya sabemos que son dos pasatiempos separados. He estado meses leyendo literatura rápida, sencilla, volviendo a mis costumbres infantiles de llevar un libro conmigo a todas partes. Me enganché a esas historias que, a veces, sientes que es como comerse un McDonald’s, pero que sientan mejor aún.

 

Después de un tiempo he vuelto a lecturas más complejas y he entrado en géneros que no se me hubieran ocurrido antes, como el ensayo. Es todo cuestión de tiempo y paciencia, pocos se aficionan a la lectura leyendo El Quijote, pero puede que acaben amándolo si les das los escalones suficientes antes de llegar arriba. También, después de ese tiempo, con mi mente ágil de nuevo e inmersa en nuevas historias, se me volvieron a aparecer a mí.

 

Un día, pensando mucho y con intensidad, se me iluminó ese pedacito de mi mente que sabía escribir. A veces es solo cuestión de tiempo que llegue la historia perfecta, que se presente ante ti, como una idea, pero con la consistencia suficiente para convertirse en un proyecto. Está llevando tiempo, no se va a escribir sola ni mucho menos, pero tiene la fuerza que a veces me falta y, también, la profundidad y el toque humano que llevaba mucho tiempo esperando.


Algún día mi nuevo proyecto verá la luz y, los vuestros, también. Del bloqueo del escritor se sale, hay miles de técnicas para evitarlo o para volver a flote, solo hay que encontrar, como en todo, la que mejor se adapte a nosotros. Y, lo que es más importante, no olvidar que, pese a esos periodos de sequía, no dejamos de ser escritores, igual que las nubes no dejan de llevar agua, aunque no llueva.


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