El Ruido y la Furia
- Rosa Burgos Ruiz
- 12 mar 2024
- 5 Min. de lectura
William Faulkner, premio nobel de la literatura, escribió esta obra experimental en 1930 y ha sido reconocida por la crítica literaria como una de las mejores del siglo XX. También fue una novela que influenció al boom de la literatura latinoamericana, que nos toca más de cerca. Desde que conocí al autor hace muchos años a través de la película Amanece, que no es poco, dirigida por José Luis Cuerda y ambientada en un pueblo de Albacete, he tenido curiosidad por leer sus novelas.
El ruido y la furia está ambientada en el pequeño pueblo de Jefferson, en la provincia creada por Faulkner para situar sus novelas, Yoknapatawpha. Solo con esto podemos ver relación entre el autor y otros de los escritores que han seguido sus pasos, como Gabriel García Márquez con la creación de Macondo, o el propio José Luis Cuerda, que en el entorno cinematográfico crea este pequeño pueblo surrealista en Albacete. Utilizando este lugar como escenario, nos cuenta la historia de la familia Compson en cuatro partes que relatan los hechos de cuatro días diferentes.
La primera parte, el día 7 de abril de 1928, nos la cuenta Benjamin Compson, que en ese momento tiene 33 años pero un problema de desarrollo cognitivo. Es incapaz de diferenciar el tiempo en el que suceden los hechos y va dando saltos en el tiempo para mostrarnos sus recuerdos. Esta parte está formada solo por piezas de diálogo y sensaciones que ha tenido Benjy, es un monólogo interno al más puro estilo de la técnica, sin ningún tipo de conexión coherente entre las partes. Nos relata a través de sus recuerdos un día de 1989, en el que fallece su abuela y tanto él como sus hermanos, todos mayores, intentan averiguar qué está pasando. Los recuerdos los dispara la mención de un caddie en el campo de golf al que le encanta ir a mirar, porque le recuerdan a su hermana favorita, Candace, a la que cariñosamente llamaban Caddy. Tiene una relación muy especial con su hermana, es la única que lo trata bien en su familia y siente devoción por ella. Es quizás la parte más confusa y complicada de leer por la técnica empleada en su narración, pero si la enfocamos como una cámara, una película que se va sucediendo ante nuestros ojos, es la forma más pura de ver la historia.
La segunda parte la narra Quentin, un día en el pasado, el 2 de junio de 1910, antes de su muerte. Es el mayor de los hermanos Compson y estudia en Harvard. Nos relata, también en un monólogo interior algo confuso, un paseo reflexionando acerca de la vida y el tiempo por Cambridge. En sus recuerdos conocemos la vida de Caddy, que se ha quedado embarazada de un muchacho con el que Quentin tiene una pelea por el honor de su hermana y contra el que pierde. También nos enteramos de su matrimonio con otro hombre, con el que se casa apresuradamente para tapar que la hija que espera no es suya, con la repulsa que siente Quentin por él y por toda la situación. Quentin no solo defiende el honor de su hermana, sino que de alguna forma, casi retorcida, está enamorado de ella, a nivel espiritual, y siente que el peso de su destino debe recaer también sobre él. Hacia el final de esta parte, el pobre muchacho empieza a mostrar pensamientos cada vez más inconexos y, después, vemos como todas estas reflexiones lo han conducido al suicidio.
La tercera parte está contada desde el punto de vista de Jason, el tercero de los hermanos Compson. Su narración es mucho más clara y directa que las dos anteriores, más fría. Narra el viernes anterior a la Pascua, el 6 de abril de 1928 y como ese día el desatiende sus labores en la tienda en la que trabaja para perseguir a su sobrina Quentin, la hija de Caddy, por el pueblo, para descubrir qué hace cuando no va a la escuela. Con sus pensamientos, aunque también podríamos llamarlos quejas y refunfuños, descubrimos que cuando la niña nació, su marido repudió a Caddy por ser la pequeña hija de otro hombre y que, su madre, Caroline, la echó de casa por la deshonra que suponía ese escándalo para la familia. Quentin, llamada así en honor a su tío, pasa a vivir con su tío y su abuela y Jason, además, se convierte en su tutor legal para poder administrar el dinero de la niña y robárselo. Es el personaje que menos simpatía despierta, es complicado identificarse con una persona tan ruin y fría que es capaz de chantajear a su hermana para enriquecerse a costa también de su propia sobrina.
La última parte, sin embargo, toma distancia y está contada en tercera persona por un narrador omnisciente que se centra en la perspectiva de Dilsey, la criada negra de la familia, aunque cuenta un poco de todos los demás. Los hechos suceden el 8 de abril de 1928, en domingo de Resurrección. El arco principal descubre que Quentin ha huido de la casa con un actor, robándole a su tío Jason 7.000$, los ahorros de su vida y, por supuesto, todo el dinero que le había quitado a ella. Su tío monta en cólera y se lanza a perseguirla, no puede denunciar el robo porque, realmente, ella solo estaba recuperando parte de su propio dinero y, mientras, nos relatan también el día en misa de la vieja Dilsey. Ella se lleva a sus nietos y a Benjy a la misa del domingo de Pascua y allí, simbólicamente, llora por la decadencia y las desgracias de la familia Compson, sobre todo porque sabe lo que le espera al pobre Benjy después de esto y, también, después de la muerte de su madre, que no queda tan lejos. La historia termina con una escena de Benjy rompiendo a llorar porque su cuidador, nieto de Dilsey, cambia de camino en su paseo y, cuando retoma la ruta habitual, vuelve a la calma.
Parte de la historia de estos personajes se desentraña después, en el apéndice, donde nos cuentan que Jason ha vendido la casa de sus padres y ha montado un negocio de algodón y, por fin, ha cumplido su palabra y enviado a Benjy a un sanatorio mental para no tener que hacerse cargo de él. Caddy, por su parte, se termina de materializar como la heroína de la novela, con una vida promiscua pero aventurera, divorciada en varias ocasiones, rica, e incluso amante de un general Nazi. También entendemos un poco mejor las motivaciones de Quentin I para su suicidio y de Quentin II para su fuga con el saltimbanqui. Son los últimos pedazos de una novela escrita en partes y desordenada, como un puzle, que tenemos que coser y componer los lectores.
La crítica a esta novela en webs actuales de reseñas, como Goodreads, es bastante mala. Es una obra poco convencional, muy técnica y compleja que, quizás, no es para todo el mundo. Es un reto para la razón y el intelecto, una historia que tenemos que desbridar y entender y en la que, como lectores, pasamos de ser un sujeto pasivo a un sujeto activo. Para lectores iniciados y, también para apasionados de la literatura latinoamericana y del realismo mágico, es casi una obra de referencia, la novela de cabecera para entender las influencias de nuestros autores y géneros favoritos. Leerla es un ejercicio de disfrute y de desarrollo, no solo de nuestras capacidades como lectores sino, también, de nuestras capacidades técnicas como escritores.




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