top of page

Tensiones éticas en el mundo editorial

  • Rosa Burgos Ruiz
  • 6 abr 2024
  • 3 Min. de lectura

Las polémicas por redes sociales están a la orden del día y, el debate más reciente, tiene que ver con la calidad literaria. Se está criticando la edición de libros que resultan, cuando menos, problemáticos, ya sea por el estilo de escritura o los temas que muestran. Pero, ¿qué consideramos calidad en la literatura?

 

Antes de hablar a la ligera o criticar a unos u otros autores por sus decisiones, es importante que establezcamos que la calidad literaria es una cuando hablamos de un segmento puramente comercial y, otra, cuando hablamos de literatura experimental y técnica. Es cierto que los libros que podemos considerar como técnicos y elevados empezaron como un material para el consumo, pero no es el mismo consumo de masas al que están dirigidos hoy en día. Por desgracia, la literatura, el mundo editorial más bien, se está sumando al carro de editar libros como churros para vender más y aumentar sus márgenes de crecimiento hacia el infinito, al menos hasta que superen la capacidad de carga del sistema. Esto hace que disminuya la calidad de lo que leemos, sobre todo porque, con ese volumen de novedades, es imposible editar con dedicación todas las obras que salen a la venta. ¿Cuál es la motivación de editar con más mimo unas que otras? Creo que todos podemos imaginarnos la respuesta.

 

Esto, sin embargo, no debería suponer un problema a nivel del argumento, pero lo hace. No es lo mismo leer un libro complejo, con personajes redondos y tramas enredadas en subtramas que leer una novela lineal, pensada con la estructura clásica de presentación, nudo y desenlace. Las propias editoriales están interesadas en lanzar al mercado historias poco complejas, porque un lector que puede devorar ese libro en dos días, irá de nuevo a la librería a por el siguiente y, por lo tanto, podrá asimilar el gran volumen de títulos que se han publicado ese mes.

 

Os preguntaréis qué tiene esto que ver con los autores y, tenéis cierta parte de razón. En este escenario, un escritor que desee trabajar la literatura y tenga inquietudes de mejora, es una víctima más, junto al lector. Sin embargo, no podemos dejar de hacer un poco de autocrítica como autores y, preguntarnos, si estamos escribiendo para nosotros o para el mercado. Una parte importante de este conglomerado siguen siendo las historias que nosotros redactamos. Un encargo editorial no deja de necesitar una pluma, más o menos experta, que le de voz y vida y, tampoco dejamos de ser el nombre en la cubierta.

 

Imagino que se os vendrán a la cabeza los nombres de algunos autores y otras autoras que estos días han estado en ojo del huracán, pero también de otros que, aunque ahora estén fuera de los focos, volverán a estarlo en unos meses con su nueva obra. Todos, sin excepción, estamos deseosos de que se conozca nuestro trabajo. Es difícil que podamos lanzar la primera piedra y afirmar que, ante una petición rocambolesca y, vamos a reconocerlo, poco ética, nosotros no lo haríamos. Esto nos hace también culpables, en gran medida, del panorama literario actual. Está en nosotros tomar las decisiones correctas y, lo que es más importante, mantenernos fieles a nuestro propio estilo y objetivos, independientemente de lo que venda. Vender mucho no siempre será sinónimo de ser recordado.

Comentarios


bottom of page