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La maternidad y el constructo social

  • Rosa Burgos Ruiz
  • 24 ago 2023
  • 3 Min. de lectura

La maternidad no es un constructo social. La maternidad es un instinto, el instinto humano y animal más primario de postergar nuestra genética en la siguiente generación y, no podemos huir de ello. Sin embargo, ciertamente existe un constructo social generado en torno a la cuestión biológica que muchas veces nos empuja en una u otra dirección.

Actualmente existe una tendencia de pensamiento en la que se pueden diferenciar dos grandes bloques que actúan como antagonistas: la sociedad y el feminismo. El primero es ese constructo social de valores arcaicos que nos fuerza a tener hijos y nos asigna como mujeres el papel de madre y amante esposa, imponiéndonos nuestra identidad y función. El segundo, la liberación de las cadenas de esa mujer esclavizada por el qué dirán y del sometimiento al hombre que lidera nuestro primer bloque.

Sin embargo, bajo esta premisa nos cabe plantear la primera cuestión: ¿quiénes son históricamente los grupos transmisores de cultura? Desde el principio de los tiempos han sido las mujeres las encargadas de transmitir la cultura a las generaciones posteriores, las que llevaban la batuta de la educación en el hogar. El binarismo y los valores de nuestra sociedad no son una imposición de un ente supremo que nos manipula, por lo que sería muy cándido tachar de alienadas a todas nuestras predecesoras por mantener un status quo en el que el mundo funciona relativamente bien para unos y otros.

De la misma forma que tradicionalmente eran las mujeres las que daban la educación social en el hogar, hoy en día que hemos externalizado los reclamos por la justicia social y el aprendizaje en las redes sociales, son grupos de mujeres los que promueven un mensaje. En este caso es un feminismo que, honrando a su trasfondo posmoderno, rompe con todo lo anterior como vehículo de unos nuevos valores. El feminismo es el nuevo mensaje de valor de la sociedad.

Estos nuevos valores surgen, inequívocamente y porque es imposible desligar ambos, del engranaje del funcionamiento social actual: el capitalismo. No podemos dejar de considerar la entrada de la mujer al trabajo como una seña del capitalismo en el que el valor de una persona depende de lo productiva que sea para la sociedad y la riqueza que genere. Esto, por supuesto, afecta a la forma en la que las mujeres socializan con el género opuesto y contrasta con la idea previa de mujer-esposa-madre. Con la entrada al mundo laboral aparecen nuevas libertades, la independencia que otorga tener dinero propio y capacidad de mantenerse uno mismo. La libertad sexual llegó incluso con el tiempo como resultado de esta nueva fortaleza e independencia.

Desde una perspectiva crítica de análisis de la instauración de estos nuevos valores, tenemos que observar la repercusión de la maternidad en los modelos económicos actuales. Una mujer que decide anteponer su vida familiar a su vida laboral, excedencias, trabajo doméstico en exclusiva, jornadas reducidas, supone un perjuicio para los empleadores en primer lugar y para la estructura capitalista en general. Aunque, si bien podríamos argumentar que una sola mujer es incapaz de desestabilizar los cimientos del tejido productivo de occidente, sí podríamos imaginarlo si la mayoría de mujeres (tomando mayoría como +60%) tomaran o pudieran permitirse tomar ese camino.

Teniendo en cuenta todos estos factores, es lícito preguntarse si el constante bombardeo contra la maternidad, la asunción de que es un peso si no está totalmente favorecida por las circunstancias laborales o viene después del éxito en este campo, o la falta de medidas que fomenten la natalidad, no están influenciadas por este nuevo funcionamiento social. No podemos deshacernos del entorno y las circunstancias cuando teorizamos sobre estas problemáticas sociales.

La maternidad, no es por tanto una construcción social pero nuestra opinión sobre ella y la promoción actual en contra de la misma para las nuevas generaciones, no puede darse sin desvincularnos de nuestro contexto cultural. De esta forma, los argumentos que se esgrimen en su contra o la negativización de la maternidad, responden a las necesidad y vicisitudes de nuestro tiempo. Debemos dar un paso hacia atrás para poder contemplar el cuadro completo y, de forma consciente, comprender todas estas cuestiones para poder tomar, como mujeres libres y con plena conciencia, la decisión de convertirnos en madres.

Madre e hijo abrazados y felices decorando su cocina con unas flores

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