Las Crónicas de Magnus Bane
- Rosa Burgos Ruiz
- 24 ene 2024
- 4 Min. de lectura
La saga de Cazadores de Sombras, desde la original hasta la precuela, supusieron un hito en mi vida lectora cuando era adolescente. Ese día, ojeando las páginas del catálogo del Círculo de Lectores, tomé una decisión que me marcó como lectora de fantasía en lugar de literatura distópica. Elegí comprar Ciudad de Hueso en lugar de Los Juegos de Hambre y, aunque fue una decisión contendida, no me arrepiento de haber dedicado mi tiempo a esta saga en lugar de a la otra. Sé que me diréis que no está reñida la lectura de una con la otra y, tenéis razón, pero en su momento y lugar, me alegré de haber elegido el camino menos transitado, sobre todo cuando empezaron a aparecer cientos de novelas de la misma temática y hasta llegaron al cine. Nunca fui una niña a la que le gustaran las modas.
Desde que terminé de leer Ciudad del Fuego Celestial, he tenido pendiente poner mis manos en Las Crónicas de Magnus Bane, para conocer algo más a este personaje tan querido y enigmático. ¿Ha satisfecho este conjunto de relatos mi curiosidad? La respuesta corta es no, la larga, mejor la exponemos con tranquilidad.
Algunas de las historias que el libro nos cuenta son muy interesantes y aportan profundidad al personaje de Magnus. Creo que todos nos hemos preguntado siempre qué pasó realmente en Perú. Pues bien, averiguar esos detalles, o quedarnos a veces a medias en algunas de las anécdotas dibujan esferas de su personalidad, alocada, enamorada de la belleza y de lo exótico que intuíamos, pero desconocíamos. Cuando conoce a María Antonieta en Francia, vemos al Magnus interesado en historias curiosas y aventuras alocadas, el que tiene un corazón sensible y va siempre un poco más allá para ayudar a quienes pueden necesitarlo. También vemos esta faceta tierna de su personaje cuando nos presentan el origen de Rafael Santiago, cómo pasa de ser un niño cabezón perdido por primera vez en el mundo de las sombras a la figura coherente y el líder que es en la saga de los Instrumentos Mortales, de la mano de la piedad de Magnus.
Otras historias, el ascenso y la caída del hotel Dumont, nos llevan por historias del pasado de los Néphilim y su relación con el submundo mediante los acuerdos. Entremezclan la historia mundana con la de los protagonistas y generan una atmósfera de misterio y misticismo que dan al lector exactamente lo que iba buscando. Estas, junto a las que cuentan las historias de Edmund y Will Herondale y Tessa Gray, son mis favoritas, aunque tengo que reconocer que las últimas están un poco más altas en el ranking.
Volver a leer sobre mis personajes favoritos de Infernal Devices, ver de cerca su matrimonio y su triángulo amoroso, un poco retorcido pero intacto, fue como encontrarme con unos viejos amigos. Estos personajes, Will, Jem y Tessa, me habían acompañado tantas largas noches bajo la manta, leyendo a escondidas, y me habían enseñado tantas cosas sobre el amor y la lealtad, que se convirtieron, de alguna forma, en parte inamovible de mi espíritu. Leer sobre lo que pasó con sus vidas después de cerrar Princesa Mecánica me dio la sensación de estar retomando el contacto con alguien que amé casi en otra vida y, también, realidad a una historia que, aunque yo terminé de leerla, nunca se acabó de verdad.
También me resultó impactante conocer el inicio de la historia del padre de Will, Edmund Herondale. En los libros de Orígenes fue siempre una figura extraña, gris. Un hombre que había llevado a su casa un demonio maldito como recuerdo de su vida anterior, que se había despojado, con dolor, de todo lo que era por amor y, después, lo había perdido todo por aferrarse a ese recuerdo. Los vicios, por supuesto, jugaban también una mala pasada y, los tejemanejes del malvado Magíster, otra, pero no dejaba de ser un funambulista de la moralidad. Con esta historia es fácil entenderlo, aunque justificarlo es un ejercicio para otro momento y, entender, también, a su hijo y sus circunstancias.
Sin embargo, y esta es la razón por la que me he sentido decepcionada con este compendio de historias, me han faltado detalles de algunas de las relaciones de amor de Magnus que más lo han marcado. Camille Belcourt, su amante inmortal frustrada, la que no supo amar y dejó en él una desidia hacia las relaciones y el amor, apenas se menciona de pasada. Nunca llegamos a profundizar en las idas de y venidas de su tormentosa relación ni en los motivos por los que el brujo se apartó de ella. Pero lo que me has dolido y decepcionado, ha sido su historia de amor con Alec Lightwood. El amor prohibido con un Néphilim, que lo hizo volver a creer en las relaciones, ese entendimiento mutuo y esa conexión única que parecen compartir en los libros originales, aquí brilla por su ausencia. Sus capítulos y su relación son insulsos, llenos de drama adolescente irrelevante y que muestran un lado inmaduro de un gran brujo con cientos de años a sus espaldas.
Creo que es una parte esencial de las historias de los Cazadores de Sombras, completa a uno de los personajes más queridos de la saga que aparece de forma transversal en todos los libros, desde los Instrumentos Mortales hasta los Orígenes y los consecutivos que aparecieron después y todavía siguen en mi lista de pendientes. Sin embargo, siendo Magnus la figura importante, imponente y misteriosa que es, con gran profundidad, siento que ha desperdiciado la oportunidad de jugar más con él y, sobre todo, de mostrar todas sus caras, que en este caso han aparecido con estrepitosas incoherencias.




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