Libros con hilo musical
- Rosa Burgos Ruiz
- 28 nov 2023
- 4 Min. de lectura
He descubierto que está de moda que los libros vengan con “playlist”, ya sea indicada al principio o al final. Probablemente os preguntéis en qué agujero estaba yo metida para no darme cuenta y la respuesta es que no lo sé. En dos de los últimos libros que he leído me las he encontrado y tengo que confesar que no las he escuchado. A través de redes sociales he podido observar que hay cierta polémica en torno a este tema y, en mi afán de mantenerme al día y conectada con la comunidad, no puedo dejar de opinar de este tema.
Escuchar música mientras lees es una habilidad que no todo el mundo posee. Desde mi infancia y adolescencia he escuchado a menudo a muchas personas decir que les resulta imposible, se distraen, y otras, por el contrario, alaban que es la única forma de desconectar completamente del mundo, un buen libro y música. Creo que este tema, para abordarlo bien, debo enfocarlo desde mis dos perspectivas, aprovechando que las tengo, como escritora y como lectora.
A lo largo de mi vida como aficionada a la lectura he tenido diversas etapas relacionadas con las letras y la música. Siempre he sido capaz de escuchar música a la par que leía, de hecho, sigo leyendo muchas veces con la televisión puesta, me hace compañía. Hace años mi mejor sistema de desconexión del mundo consistía en leer un libro mientras escuchaba música ¡y la cantaba! Os prometo que mis padres y profesores estaban tan sorprendidos como estáis vosotros, pero siempre he tenido esa habilidad con el lenguaje y disfrutaba mucho de ella.
Con el tiempo tengo que reconocer que he dejado de escuchar música leyendo. No me supone una distracción, como bien habéis leído, soy de esas personas que tienen la televisión de fondo para tener compañía, pero tampoco me apetece. He descubierto una nueva forma de paz, tener mi vida en silencio. Me gusta convivir con mis propios pensamientos y ser capaz de escucharme a mi misma. Por muchas razones, mi cabeza es incapaz de estar trabajando e hilando conceptos en formas que, a veces, os resultarían cuanto menos bizarras y cuanto más, de camisa de fuerza. La música termina siendo el estímulo que colma el vaso, más un ruido que un aporte y, por eso, prefiero obviarla.
Como escritora, también he tenido mis momentos. Sigo escribiendo con música, aunque no siempre y, cuando era adolescente y empecé a tener proyectos más serios, siempre lo hacía. Desde esta perspectiva puedo entender la necesidad como autor de compartir las canciones que nos han inspirado a hacer ciertas escenas o que hemos relacionado con nuestros personajes. Sin embargo, esto me lleva a hacerme una nueva pregunta, ¿cuánto de la experiencia del lector nos sigue perteneciendo una vez se publica nuestro libro?
Es cierto que en muchos casos nuestros propios lectores querrán conectarse más con el universo interior del autor a través de esas listas de reproducción que nos han inspirado. Yo misma, desde esa posición, lo he deseado y, las razones por las que no las escucho son otras muy diferentes. Sin embargo, como escritora, me preocupan otros pormenores del asunto.
No solo no deseo exponer más de lo que ya expongo con mi estilo y mis palabras de mí misma, tampoco quiero coartar la experiencia de los lectores a la mía propia. Creo que el arte en general y la literatura en particular existen para hacernos pensar y sentir. Es una actividad muchas veces solitaria, porque lo que yo siento en mi fuero interno puede ser muy diferente de lo que siente el vecino, aunque hablemos para compartirlo. Quiero creer que cuando lanzo mi obra al mundo, igual que está sujeta a halagos o crítica, lo está también a la interpretación. Un libro que yo puedo haber escrito desde la más absoluta miseria, para otro puede ser un rayo de esperanza. Las circunstancias particulares y vitales de cada lector moldean también lo que lee y, no solo las del autor. Como en “Amanece, que no es poco” decía Bruno, leer mal un libro puede estropearlo.
En este caso, no hablamos de buenos o malos lectores sino de lectores libres. Alguien que lee desde lo más profundo de su corazón puede ver o interpretar detalles que incluso a los propios escritores se nos hayan pasado y es que, como todo buen escritor sabe, los personajes pueden llegar a cobrar vida propia y hasta para nosotros es imposible conocerlos al cien por cien.
Por daros un pequeño ejemplo de esto que hablo, que visto así todo lo que os cuento puede sonar abstracto y hasta metafísico, quiero que penséis en “Historia de dos ciudades”, escrita por Dickens, y más concretamente en el personaje de Sydney Carton. Mi madre y yo leímos esta obra más o menos a la vez y, os puedo garantizar que cada una encontró una forma diametralmente opuesta de ver este personaje. Para ella, era un don nadie que no tenía nada mejor que hacer con su vida y, por supuesto, era de lejos el peor personaje de la historia. Para mí, era la representación de un héroe romántico. Sé que es concebido en muchas ocasiones como antihéroe, pero yo lo veía como la pieza clave, el personaje torturado que no puede ofrecer lo suficiente a su amada, Lucie, pese a que sin su gran sacrificio ella no hubiera sido feliz.
¿Qué tiene que ver esto que os cuento con las listas de reproducción? Puede pareceros que estoy divagando, pero os prometo que tiene un sentido. Como autora, la música que escucho mientras escribo, imprime una fuerte marca en mis palabras y siento que, si expongo todo eso a mis lectores, estoy acotando su experiencia, supeditándola a la mía. Deseo que mis libros sean libres y que mis lectores creen, cada uno de ellos, un nuevo nivel de profundidad en mi obra con sus lecturas.
Esto no significa que esté en contra de esos libros que sí traen sus listas. En todo caso, estoy a favor de escucharlas, aunque, personalmente, lo haría una vez terminada la lectura. Quiero vivir mi experiencia en un lienzo en blanco y, después, conocer la intencionalidad y la que ha planteado el autor. Aun así, como siempre, toda esta elección, queda en las manos de cada espectador.




Comentarios