Serie Estaciones: Otoño e Invierno
- Rosa Burgos Ruiz
- 6 feb 2024
- 2 Min. de lectura
Hace muchos años, en pleno bloqueo de escritor, empecé una serie de micro-relatos que hablaban de las estaciones del año. Ahora que estamos en febrero, el último mes del invierno, me apetece compartiros estos dos pequeños fragmentos que, aunque ahora los vea con peores ojos, en su momento me salieron del alma.
Otoño
Las hojas de los árboles oscilan lentamente al ritmo de los suaves soplidos del aire. Un fino tallo las sostiene, que se niega a envejecer. El suelo ya está cubierto por ellas, miles que cedieron ante el devenir del tiempo o que no lograron aferrarse con suficiente fuerza.
Así, como las estaciones pasan, caminamos al borde del precipicio resistiéndonos a mirar. Un día, nuestros ojos se encuentran en él. Entonces comienza la caída libre y nos percatamos de que es imposible sin dejar de volar.

Invierno
El silencio de la noche se establece alrededor de los árboles. El frío penetra a través de las ventanas. Unos dedos las golpean con suavidad. La paz no se ve alterada por el sonido, pues la nieve cae suavemente, sin prisas, casi con una lentitud deliberada, hasta posarse en el suelo. Se recrea suspendida, baja danzando en armonía hasta las ramas tristes y desnudas de los árboles, que se estremecen bajo su tacto. Hacen palidecer la tierra, tornan el camino en algo helado, conocedor de que la promesa de ser su manto solo perdura hasta la salida del sol. Extienden los copos sus dedos congelados para acariciar el cristal, para dejar sus marcas de humedad, lágrimas de agua que caigan hasta empapar el alféizar. Y no cesa. En su capricho continúa cayendo hasta abrir la noche con el esponjoso blanco de la lluvia cristalizada.
Desde el cielo se recortan, sigilosas, sus formas, dibujando curvas sinuosas empujadas por el aire. Baja a plomo, desde la profundidad de la nube, un telón de calma que solo ella sabe traer, de corazones solitarios, de dolores silenciados, de miradas perdidas que no la miraron. Un tejido de recuerdos abandonados, de tus ojos azules flotando en la nada.





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