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Un experimento de amor en Nueva York

  • Rosa Burgos Ruiz
  • 21 nov 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 12 dic 2023

Os traigo la reseña en español de “The American Roommate Experiment”, que leí en su idioma original. Desde el momento en el que lo cogí de la estantería, supe que sería mi próxima lectura. Ha sido de esos libros en los que, desde el principio, conectas a cierto nivel con la protagonista, compartimos nombre y ambas hemos dejado nuestro empleo para escribir y tener un poco de claridad en la vida, en la ciudad de Nueva York.

 

Muy a mi pesar, en cierto momento a lo largo de la lectura, terminé por desconectarme de su vida y empecé a frustrarme con Rosie Graham, tengo que reconocerlo. Sin embargo, puede que me frustrara aún más con Lucas Martín, pero empecemos por el principio.

 

Esta novela es una historia de amor ligera en la que los personajes principales se ven obligados a convivir durante un periodo de tiempo y esto hace que se desarrollen sentimientos entre ellos. En este caso, además, deciden realizar un experimento en el que tendrán citas románticas para que Rosie, nuestra escritora, pueda inspirarse para su nueva novela, en la que está atascada. Su acompañante en este viaje va a ser Lucas Martín, el primo de su mejor amiga, con el que tiene un crush importante tras haberlo investigado y seguido durante meses a través de redes sociales.

 

Lucas, por su parte, está en un viaje para despejar la mente y encontrarse a sí mismo. Ha sufrido una lesión de rodilla que le va a impedir volver a su carrera, el surf, y no sabe cómo reconstruirse. Él ha mentido a su familia y no les ha contado su situación de salud, al igual que Rosie, que no ha dicho a su padre y a su hermano que ahora es novelista profesional en lugar de ingeniera.

 

Ambos encuentran en el otro un confidente, esa seguridad que a veces nos dan para sincerarnos las personas que no tienen un gran impacto en nuestra vida, de momento, porque podemos confiar en su nueva visión y, muchas veces, también su discreción. También encuentran, por supuesto, el amor, que pasa de un pequeño cuelgue a ser una profunda admiración y necesidad del otro. En líneas generales, es una comedia divertida, ligera y predecible, un icono perfecto de su género.

 

Personalmente, reconozco su capacidad de dar un giro original a un cliché, que al fin y al cabo es la tendencia actual en la novela romántica y, por supuesto, lo que ansiamos los lectores en gran medida. Sin embargo, tengo que señalar algunas cuestiones que, para mí, personalmente, han supuesto que se me haya complicado terminar con agilidad la lectura.

 

Los personajes, dulces y sensibles, me han parecido en algunos aspectos ligeramente planos. No espero que tengan pasados oscuros y dolorosos, entiendo bien que me enfrento a otro tipo de argumento, pero me hubiera gustado que ambos tuvieran en su vida intereses más allá de los grandes núcleos laborales de su vida. En el caso de Rosie, si bien ella tenía un empleo común y lo abandona por perseguir su sueño, llega un momento en el que ese sueño, ya convertido en trabajo, se convierte en el centro de su vida, sin nada más. Esto me hace preguntarme, retóricamente, si los escritores no tenemos otras aficiones. La respuesta, está claro, es que sí. Quizás somos personas tranquilas con pocas ganas de jarana, pero hacemos actividades más allá de escribir y revisualizar nuestra serie de vampiros favorita. Si no me creéis a mí, que hago lo segundo con frecuencia, pensad en vosotros.

 

Posiblemente he terminado más desquiciada por Lucas que por Rosie en este aspecto. Él es un surfista profesional que vive por y para competir. Es cierto que este perfil de persona es bastante realista en según qué círculos, pero me resulta un poco inverosímil que este hombre, sensible y con gusto por la comida y su familia, no tenga pasiones más allá de este deporte y tarde 400 páginas en descubrir que, ya que se le da bien la cocina y también le apasiona, puede hacer carrera con ello. Sin embargo, en esta cuestión, puedo darle un pequeño punto positivo a su historia, porque se nos da una pincelada de su síndrome del impostor en temas de cocina, no es lo suficientemente bueno ni los suficientemente joven para estudiarla y, el error en esto, creo que es no desarrollarlo más.

 

No quiero ser excesivamente dura con estos personajes, no me malinterpretéis, ambos tienen su encanto y despertaron mi simpatía en muchos momentos, pero no pude evitar sentirme lejos de ellos en esas cuestiones, aunque bien puede ser por mi propia incapacidad de quedarme quieta y mi necesidad de reinventarme. Además, no solo me costó verlos como adultos en términos de intereses y trabajo, sino también en términos de comunicación. Ambos tienen tendencia a ocultar sus emociones y verdades al otro pese al compromiso de sinceridad que adquieren en los primeros capítulos y, también, pecan de candidez.

 

Comprendo que sin un poco de “teléfono escacharrado” no podríamos tener situaciones de comedia romántica con grandes gestos que demuestran el amor y borran los malentendidos, pero creo que en este caso es excesivo. Ambos personajes se declaran emociones y sentimientos que son sinónimos de un “Te quiero” y, por supuesto, tienen sexo recurrente y en ocasiones hasta salvaje, se necesitan, pero, bien por miedo o por estupidez, deciden no darse las razones por las que no pueden mantener una relación. En este caso, voy a indultar a Rosie de la falta, pues a su manera y en un gran gesto, se declara a Lucas en el aeropuerto, una suerte de Ross Geller buscando a su Rachel, pero ¿él?, él no tiene perdón de Dios. Cuando su amiga, su confidente, su amante, le declara sus sentimientos, le pide que no se marche, que la deje acompañarlo, es incapaz de discernir que eso es amor y, lejos de explicar que no puede permitírselo porque necesita tiempo para sanar sus heridas emocionales y reencontrarse a sí mismo antes de poder ofrecerle su amor, simplemente la deja ahí, como un pasmarote y con la clásica excusa del “no soy suficiente para ti, no lo entiendes, pero yo, que soy un hombre, sí”.

 

Por supuesto, al final y pese a todo, tenemos el desenlace deseado. Es una buna conclusión en la que ambos obtienen de la vida y su relación justo lo que desean y necesitan, cerrando más o menos un desarrollo circular. No esperaba otra cosa y, sinceramente, adoro predecir estos finales, mi mayor ambición en una comedia romántica es, ni más ni menos, que el interés de ver como desenvuelven la trama para llegar a ese esperado momento en el todos son felices y comen perdices. En este caso, puedo garantizar que esta lectura ligera tiene a los lectores justo donde quiere, con un poco de humor y de ternura, deseando que los dos protagonistas consigan amarse.


Autor

Elena Armas

Editorial

VR Europa

Páginas

456

ISBN

978-84-1262244-7


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